¿Cómo volver a las veredas?

Formas de resistencia comunitaria en un barrio de La Plata


«La Vereda»

Fotografía: elaboración propia


[INTRO]

Un año, siete meses y diez días transcurrieron guardados, opacos, velados desde la cancelación de las veredas en La Plata, Argentina, a causa de la pandemia de COVID19. Pero no fue la pandemia. O no sólo la pandemia.

Así, también la dictadura argentina del ’76, el capitalismo tardío y las nociones tradicionales del urbanismo clásico, arrebataron la posibilidad del encuentro en comunidad, en donde las relaciones sociales se ven contaminadas por variables políticas y económicas que determinan quienes pueden habitarlas, y quienes no.

El impasse de la cuarentena y la posibilidad de volver a ocupar el espacio público pone en situación de pensar cómo hacerlo, por qué, para qué. La vereda es un proceso de superposición. Sucesivas capas, de materia, ruido, memoria.

“¿Qué significa la vereda? La vereda es el espacio del juego; el afuera; el límite de lo privado y la conexión con los demás; la reposera en las noches de verano; el espacio comunitario por excelencia. El justo lugar de la otredad.” *

[RECORRIDO SOCIO-GENEALÓGICO]

El Barrio El Mondongo de La Plata, Argentina, es un conglomerado de habitantes diversos: estudiantes, trabajadores fabriles, trabajadoras sexuales, niños, niñas. Quienes lo habitan pueden ser transeúntes, habitantes de larga data o incluso temporales.

En ese contexto heterogéneo, la vereda se construye en un proceso sucesivo de capas superpuestas: capas de dimensión material, árboles, baldosas, fachadas, junto con capas de dimensión simbólica, la memoria, los afectos, las relaciones que contiene según el paso del tiempo. Tal como afirma Valencia Palacios (2005), la ciudad se compone, no solo por su espacio físico, sino también por sus relaciones sociales, subjetivas y culturales.

Como tantos otros barrios de nuestro país, la construcción del imaginario colectivo alrededor de la vereda se ve aún condicionado por la dictadura del ’76, la cual, arrebató de la vereda la posibilidad del encuentro. Privatizó las vidas desde entonces, recluyó a los interiores de las viviendas, apelando al miedo. Miedo de ser visto / detenido /desaparecido. Las puertas comenzaron a cerrarse con llave. Según explica Massey en “Space, place and gender”, la “Seguridad de los límites” se construyó con claros sesgos masculinos, en donde la jerarquización y la dominación fueron los dispositivos de control más cruentos.

Para seguir enfatizando la masculinización de la esfera pública, no debemos más que observar cómo el capitalismo tardío especializó los mecanismos para romper los lazos comunitarios: descuidando equipamiento y veredas, promoviendo la vida aislada de los barrios cerrados, privatizando el uso del espacio público, instalando el miedo por el otro y la aparición de rejas de protección en porches y ventanas. El cambio del modelo económico se reflejó en el cambio de la forma urbana, y la ciudad pasó de un estado compacto de vecindades próximas a expandirse por el territorio.

Sucesivamente, la historia, la cultura, la economía y la política, se entramaron con otras capas mostrando las relaciones de poder que se manifiestan en la vereda: el acceso desigual y diferenciado al derecho a la ciudad. Y por supuesto, toda asimetría en cada sector social, de cada cultura y en cada porción de territorio, determinada por el sistema patriarcal, donde la división sexual del trabajo fue discriminando con lógica binaria entre el espacio público y el espacio privado, para la cristalización dicotómica en donde el espacio público asignado a la actividad del hombre, se encuentra jerarquizado por sobre el espacio privado, en el que quedan relegadas las mujeres; entre lo oneroso y lo impago; el prestigio y la rutina. En definitiva, y simbólicamente: relegando a la mujer excluida del espacio público (Valdivia, 2018).

En este panorama, como afirma Massey, “repensar en términos de relaciones” las veredas del Barrio es lo que habilita a subvertir y re apropiarse de un terreno potencialmente enriquecedor para la construcción, o al menos una aproximación, al uso de la vereda como espacio público, de encuentro y de proximidad.

 [QUID DE LA CUESTIÓN]

 Pero no fue la pandemia. O no sólo la pandemia la que condicionó y canceló el uso de las veredas. En tal sentido, observar las marcas con que el poder define los términos de uso y consumo en la ciudad revela que la concepción urbana no es neutral, que tiene contenido ideológico, que responde al sistema y que define en qué invertir, qué proyectar, para quién.

Podemos entenderlo a la manera como De Certeau plantea el juego de la estrategia y la táctica en el sistema urbano, como ejercicio dialéctico que habla de la relación entre el fuerte y el débil, la disciplina y la anti disciplina. En este modelo, que podría nombrarse “urbanismo tradicional”, la estrategia se organiza por el principio de un poder vencedor en el cálculo de relaciones de fuerzas, tomando decisiones a grandes escalas, genéricas, con alguna inercia y poca flexibilidad para producir cambios, y que no responde necesariamente a las necesidades de las personas, de la comunidad, tal como las veredas planteadas. Por otro en cambio, la táctica por su ausencia de poder, pero con lucidez, puede introducir acciones alternativas al orden dominante en forma de “micro resistencias”, capaces de realizar modificaciones a escalas más cercanas, atentas a las características de la práctica en la ciudad y la vida cotidiana, en torno a la relación entre el barrio y la vivienda, los espacios de uso diario, dando voz a la gente común, anónima, que refiere acerca de su realidad y prestando una escucha atenta a la participación.

En ese marco, subvertir los efectos de un urbanismo inflexible y producir espacios adaptados a necesidades de las personas requiere acciones de la propia comunidad dispuesta a participar con la mirada atenta y control de las calles, haciendo de la ciudad un lugar concurrido y seguro, donde el espacio público esté garantizado como público, construyendo cercanía entre vecinos, y voluntad para peticionar ante las autoridades públicas (Jacobs, 1961).

Requiere habilitar la escucha y la voz de lo diverso.

Requiere el fortalecimiento de lazos comunitarios capaces de resistir los rasgos del urbanismo pensado a distancia de un dron, y poner la vida de las personas en el centro de las decisiones urbanas, despatriarcalizando y desjerarquizando los espacios.

Requiere producir hábitat desde una perspectiva de género incluyendo la experiencia de mujeres y disidencias en el entorno cotidiano, como mirada ampliada sobre la existente.

Requiere revisar de qué manera se construye el poder, cómo se articulan las lógicas sociales: articular en cogestión. El Estado, a través de políticas públicas orientadas al cuidado de la comunidad, junto a profesionales capaces de transformar una mirada urbanística excluyente por otra más igualitaria, que albergue a las mayorías; y una comunidad activa y participativa, para garantizar la sustentabilidad, para pensar en colectivo, en calidad de vida cotidiana y en inclusión social.

Requiere pensar la vereda como tiempo / espacio / género / cuerpo / afectos / palabra / conexiones / reciprocidades. Comprender la vereda como un proceso de sucesivas capas de dimensión material y dimensión simbólica a lo largo del tiempo donde trazar procesos colectivos de transformación. Volver a la vereda como una red de cuidados donde la comunidad se apropie del espacio en el mejor sentido de sentirlo propio.

Valoramos la experiencia cotidiana de las mujeres

Valoramos la vecindad y la ayuda mutua, la vida en comunidad

Valoramos la cercanía y la accesibilidad

Valoramos una ciudad inclusiva

Valoramos los cuidados

Valoramos sentirnos segurxs

Valoramos el respeto a la naturaleza

Valoramos la calle como lugar de encuentro

Valoramos una vida con más existir y menos resistir


*Diálogos con vecinos del Barrio El Mondongo de La Plata, 3 de noviembre de 2021.


Bibliografía:

De Certeau, Michel (1999) La invención de lo cotidiano. México: Universidad Iberoamericana, ITESO, Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos.

Jacobs, Jane (2011 [1961]). Muerte y vida de las grandes ciudades. Madrid: Capitán Swing.

Massey, Doreen (1994). Space, place and gender.  Estados Unidos: Universidad de Minesota Press Minneapolis.

Valencia, Marco (2006). Cartografías urbanas. Imaginarios, huellas y mapas. Revista Electrónica D&U. Vol. 6.

Valdivia, Blanca (2018). Del urbanismo androcéntrico a la ciudad cuidadora. Hábitat y Sociedad, 11: 65-84.


Ensayo escrito por Silvia Portiansky y Matías Cósser como trabajo final del curso Género y producción del espacio urbano.

Silvia Portiansky: Arquitecta, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata, productora visual. Integrante de La ciudad que resiste.

Matías Cósser Alvarez: Investigador, extensionista, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata y Universidad Nacional de Buenos Aires. Activista LGBT+. Integrante de La ciudad que resiste.

Asociación AntiArq

Carrer de Xiprer, 48 At, 08041 Barcelona

© 2018 Todos los derechos reservados

info@antiarq.org

Suscríbete a nuestro boletín


Redes sociales

FacebookTwitter

top

Setup Menus in Admin Panel